Iniciada en los años 50 por Fritz Perls, psiquiatra y psicoanalista alemán, y derivada por tanto del psicoanálisis freudiano, es una terapia humanista basada en cerrar los procesos o asuntos pendientes (gestalt en alemán significa “proceso”) para así ganar más salud. Esto se consigue a través de explorar las maneras automáticas que tenemos cada uno para evitar satisfacer nuestras propias necesidades, tomar conciencia de nuestros automatismos para poder actuar de un modo diferente y más eficaz a la hora de abordar los asuntos inconclusos de nuestra vida.
A modo de ejemplo, tener asuntos pendientes se parece a no parar de abrir pestañas nuevas de internet en nuestro ordenador sin ir cerrando las anteriores, de modo que el ordenador funciona cada vez más y más despacio. Si nos damos cuenta y vamos cerrando las ventanas más antiguas, queda memoria libre suficiente en el procesador para poder trabajar más rápido. Ya suficientes asuntos nos abre la vida como para ir gastando energía en situaciones pasadas.
Por otro lado, la Psicología de la Gestalt se basa en cómo percibimos nuestro entorno en función de nuestra necesidad principal, una suerte de gafas que todos llevamos puestas en base a las vivencias y creencias que construimos de niños, de manera que, si llegamos a una fiesta y nuestra necesidad más acuciante es la sed, lo primero que nos llamará la atención es la barra, mientras que si nuestra principal necesidad es ligar, lo primero que captaremos es qué personas son atractivas, y si tenemos ganas de bailar, lo primero que percibiremos será la música. Del fondo de posibles estímulos, nos hace figura aquel que tiene que ver con nuestra necesidad principal actual.
Según Claudio Naranjo, psiquiatra chileno y referencia mundial de la gestalt, los tres pilares de la Terapia Gestalt son: el darse cuenta, trabajar en el aquí y ahora, y la responsabilidad. El darse cuenta se refiere a que en Gestalt no hay una interpretación autoritaria de lo que le pasa al paciente, sino que se trata de que la persona caiga por sí misma en sus propias conclusiones, guiada por supuesto por su terapeuta. Para eso se basa en el trabajo con el presente, al que el terapeuta lleva una y otra vez para aumentar su percepción de su voz, su postura, sus vacilaciones, etc., si se trabaja el pasado es estando atento a lo que pasa aquí y ahora mientras narra algo que pasó. Y la responsabilidad se trata de asumir la parte que nos toca en las situaciones y conflictos de nuestra vida, sin echar balones fuera, hablando en primera persona y en presente, por ejemplo, asumiendo nuestras expresiones, nuestros pensamientos, nuestras emociones y acciones.
Vicente Lafuente